A veces, cuando platicas con alguien, esa persona te brinda un pedazo de su corazón al contarte algunas de sus historias más íntimas. El pasado o presente de un país, cuando se lee a través de la pantalla, llega a ti frío e inerte pero cuando lo escuchas de una persona mientras la ves a los ojos, todo se vuelve tan vivo que podrías jurar que sientes el calor directamente de las palabras pues ellos estuvieron ahí para sentirlo, su enojo, felicidad, sorpresa, tristeza, su desgracia, te atraviesan y te dejan marcado de por vida sin que puedas hacer nada para evitarlo. La segunda guerra mundial, el franquismo, la caída del muro de Berlín son episodios históricos que siguen vivos hoy en día, leer de ellos o ver videos en Internet no es nada comparado con escuchar historias directamente, esta es la maravilla de viajar.
Un jueves cualquiera mientras estábamos en el voluntariado en San Sebastian, España, en el país vasco (que no es país, sino una región [pero no les digan porque se enojan]), tuve una plática con mi jefa donde me contó la participación de su familia en la guerra civil española.
Para los que no sepan: el País Vasco tiene su propia identidad, su idioma (el euskera) y tradiciones muy bien diferenciadas de los dos países que lo rodean (España y Francia), el euskera ha sido hablado desde antes que los romanos sobreviviendo a los siglos y las prohibiciones, de las que puedes informarte mejor aquí o acá. La parte de la historia que nos interesa porque sigue viva es a partir de los 30s del siglo pasado, cuando Franco llega al poder junto con su dictadura y poder militar, el euskera fue prohibido al mismo tiempo que tachado de inservible y arcaico durante algunas generaciones. La guerra civil española fue resultado del pueblo levantándose ante la imposición y la tiranía de Franco, si, así se vivió en la península mas en Euskadi las razones para hacerlo eran de supervivencia, si hablabas euskera te mataban, simple, y muchos no hablaban español, las montañas siempre los habían aislado del resto del país y eran españoles por papel más que por tradiciones comunes.
Ésta fue la época en la que el tío abuelo de mi jefa fue detenido por la policía española y al preguntarle por su nombre e identificación respondió "me llamo Mikel" (nombre vasco), "no, tú te llamas Miguel", "no, me llamo Mikel", "que te llamas Miguel o te cortamos la lengua por vasco", "¡que me llamo Mikel!", lo dejaron tendido en el suelo, convulsionando del dolor y desangrándose mientras le metían en el bolsillo la nueva carta de identificación con su nuevo nombre. Sin lengua no se puede hablar euskera.
Fueron los mismos años en los que el abuelo de esa misma jefa peleó a favor de la dictadura pues el ejercito español pagaba bien y lavaba cerebros mucho mejor, así que muchos hombres, embelesados con promesas de heroísmo se volvieron soldados desde muy jóvenes; claro que años después, el abuelo, volvió a su tierra, fusil en mano, sin pensar realmente en lo que hacía, el entrenamiento había dado sus frutos, hasta que le tocó sentir el escalofrío de ver a su propio hermano, con una gran cicatriz en vez de lengua, y a su primo, a través de la mira de su arma, no los había visto en mucho tiempo, tanto por los años que estuvo fuera como porque los vascos, al verse superados en armamento y número, hacían guerra de guerrillas usando las montañas que conocían muy bien como refugio; el abuelo, dudó sólo unos instantes pero el suficiente tiempo para que su superior lo notara, tal vez le creyeron que no sabía usar el fusil o porque Franco se estaba quedando sin dinero pero no lo mandaron al paredón, se lo llevaron lejos a dónde el conflicto de intereses no fuera un problema y pasó a ser de la Guardia Civil en Andalucía.
Así es como el euskera había visto siglos pasar manteniéndose viva a lado de pueblos bárbaros, romanos, musulmanes, francos y españoles hasta que una dictadura, con bombardeo nazi incluido, casi la extinguió, las vascos pasaron de hablar euskera en todos sus niveles a sólo entre padres e hijos o ni siquiera eso en un par de decadas, a los vascos les daba vergüenza aceptar que hablaban una lengua que consideraban vieja y en deshuso. Al terminar la dictadura en el 75 y obtener su estatus de región autónoma en el 79 centraron sus esfuerzos en la recuperación cultural de la comunidad en dónde el euskera fungiría como raíces, tronco y estandarte, las pocas escuelas que enseñaban en euskera fueron redescubiertas y vueltas a la vida, se construyeron muchas más, se rescató lo que se pudo para rearmar la cultura vasca con periodicos, libros, canciones en el idioma, se enseñó amor a su tierra mientras que se trataba de superar, sin mucho éxito, el odio a todo lo español, claro, los recuerdos simplemente estaban muy cercanos, las heridas abiertas. El euskera ahora cuenta con un diccionario y reglas escritas, además del uso cotidiano de sus integrantes, las señales de tráfico y vialidad están en euskera y en español, las universidades imparten clases en ambos idiomas y todas las festividades autóctonas son vividas con pasión por todas las generaciones. Sólo 40 años han pasado, qué increíble recuperación.
Eso si, el recuerdo está ahí y los sentimientos de reproche y rechazo también, ellos lo niegan pero los que lo vemos por fuera lo notamos, los chistes en la televisión acerca de estereotipos vascos, catalanes, gallegos o andaluces están a la orden del día, muchos van bastante más allá de un inofensivo chascarrillo. Una día me puse una playera que tenía la bandera española plasmada, ésta era cálida y el día frío, no le tomé la mayor importancia hasta que me dijeron "ostias y tú qué haces con eso puesto?"; cuando salimos de Francia para entrar en España, queríamos tomarnos una foto en el letrero que indica el límite del país como parte de nuestro logro, no lo encontramos por ningún lado, semanas después nos enteramos que cada vez que lo ponen alguien más lo quitaba o vandalizaba porque "esto no es España, es el País Vasco" dijo la primera persona con la que pudimos hablar español desde hacía mes y medio que nos introducimos a la provincia francesa; una vez he llamado español a dos catalanes diferentes y en ambas ocasiones, les ofendió, uno sólo cambió de semblante callándose algún comentario mientras que el otro me reprochó el querer discriminarlo; a mi jefa, de pequeña, los policías españoles en sus patrullas, seguían al coche familiar, con placas vascas, esperando a que cometieran algún error.
La historia está llena de llamados a la guerra para defender o recobrar la tierra que se siente propia o el dios que se cree verdadero, así que el nacionalismo no es nuevo, tanto da identidad como da conflictos con los extranjeros, hace que una cultura al borde del olvido renazca espectacularmente y en tiempo record pero también te hace creer que lo mejor del mundo acaba en la frontera de tu país o los límites de tu región, puede mejorar tu economía o estancarte en tu zona de confort. El perfecto ejemplo de un arma de dos filos.